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Archive for April, 2014

A MODO DE INTRODUCCION, Y PARA EVITAR MALOS ENTENDIDOS

   Hace días que estoy pensando en algunas cosas, y creo que ha llegado la hora de hacer catársis. No me había animado a escribir nada respecto a esto porque el tema de la religión siempre consigue tocar teclas sensibles en las personas, y no estoy en ánimos de ofender a nadie, y mucho menos de discutir. En otras palabras, no me animaba a escribir este post porque “cómo ponerlo, cuestión de no hacer sentir mal a nadie,” pero como me he dado cuenta de que esto es prácticamente imposible, aquí va como mejor me salga. Total, que por su longitud, muchos de ustedes no lo leerán. Pero, se los prometo, existe un motivo pacifista detrás de la longitud de este escrito.

     Pues bien, creo que debo empezar hablando de mi, para mantener el asunto un poco más entre amigos. La mayoría de nosotros tenemos, de una u otra manera, la necesidad de “creer en algo”.  Muchos de ustedes no lo saben, pero desde niña siempre he batallado en búsqueda de mi fe. A “fe” me refiero con aquella creencia en un Ser Superior que no me parezca totalmente absurda, y que (vaya reto!) se me haga hasta cierto punto, verosímil y lógica. Conste que digo “Ser Superior” dado que personalmente me gusta creer que hay algo más allá de todo lo que conocemos; una mano invisible que tiene el control de todo, ya que nosotros mismo, en nuestra gran mayoría, estamos todos locos de atar.

     A la edad de 15 años (cuando tuve “control sobre mi vida, porque ya soy una adulta y sé lo que quiero“), le dije a mi madre que no volvía más a la Iglesia Católica, pues veía absurdo todo el programa de las misas, además de que La Biblia habla claramente en cuanto a los ídolos y, siendo bien honesta, la estatua de Santa Lucía cargando con orgullo sus ojos en un platillo, me horrorizaba. Mi madre, muy paciente, me dijo que siempre y cuando buscase de Dios, ella no se oponía. Así comenzó una aventura de aprendizaje, dudas y desilusión, como ninguna otra. Un buen título para esa parte de mi vida, sería: “Indiana Sarah: En Búsqueda de la Fe Perdida.” Y bueno, como es buen título, así le pondremos a la siguente parte de este escrito.

INDIANA SARAH: EN BUSQUEDA DE LA FE PERDIDA

     Quise informarme; aprender. Nerd al fin, tengo una sed de conocimientos insaciable, así que me decidí a “catar” las diferentes opciones religiosas que tenía a mi alcance. Primero,  y mas motivada por los hermosos rubios de ojos claros que visitaban cada día la pequeña cafetería de mi mamá, visité La Iglesia de Los Santos de Los Ultimos Dias, AKA: Los Mormones. Wow..!! Cómo describir esa experiencia!? Bueno, debo decir que durante varios meses de estudio con ellos, todo iba bien, hasta que “la verdad” de sus creencias (esa que no le muestran a las simples visitas), me golpeó. Me parecía bastante “sospechoso” lo del las placas doradas de Joseph Smith, y como el y solamente el tenía derecho a verlas. Eso sin contar las condiciones obscuras en las cuales fueron “encontradas debajo de un árbol en el patio” del famoso Profeta. Me sentí bastante incómoda con su creencia de que los negros son en realidad demonios, y mientras más obscura su piel más pecados van cargando. Ahora bien, he deconfesar que el último día que fui, fue cuando conocí la mejor historia de ciencia ficción de todos los tiempos (para aquellos que dicen que La Biblia es un libro de cuentos): Pues sucede que venimos todos viviendo en “El Planeta Jesús,” ya que cuando uno alcanza la divinidad puede tener su propio planeta con sus propios humanos para gobernar. Esto es algo que todos pueden alcanzar, y así seremos dioses de nuestros propios mundos. En ese instante, me puse de pie y me fui para no volver jamás.

     Luego, mi tio me llevó “a conocer” su iglesia: La Iglesia Pentecostal. He de decir, que me gustaba mucho. No estaban los ojos de Santa Lucía mirándome desde el platillo, ni tenía que aburrirme con un servicio religioso repetitivo y aburrido. Además, nadie le estaba diciendo a los demás que su epidermis era muestra evidente de su pecado… Los que sí me miraban con mirada severa eran los ojos de las “hermanas,” que pesaban que mi respetuoso uso de la falda debía pasar a ser diario, que no debía de arreglarme el pelo, y que el labial y los accesorios eran ofensas equivalentes a escupirle la cara al Creador. Todo eso lo hubiese aceptado gustosa si no hubiesen ocurrido varios episodios, así como sacados de The Twilight Zone, donde una o dos señoras (en medio de un desorden que se armaba a la hora de orar) se ponían a “hablar en lenguas” y hacían unos shows épicos que generalmente terminaban en lo que yo interpertaba como: 1) un ataque epiléptico, o  2) una burla descarada a la inteligencia humana. Y bueno, cuando una señora intentó ponerse a orar por mi, en lo que obviamente era un balbuceo initeligible* me fui, y no volví más. Soy una persona súper calmada  – se retoca el labial – y esos desórdenes no eran lo mio.

*Si bien es cierto que bajo algún tipo de estímulo, y en el ambiente apropiado, muchas personas llegan a tener entrar en trance y experimentar alucinaciones, el caso no es el mismo, pues a estos estados de éxtasis se llega mediante un largo proceso que (se los puedo asegurar), no sucedía en la primera media hora de servicio religioso. Además, en los casos de  las personas que sí pueden entrar en estos trances, generalmente actua algún tipo de droga, en su generalidad un opioide, que los ayuda a alcanzar un nivel de “Conciencia Superior.” A menos que las señoras antes descritas hubiesen usado cocaína, o que el grajo de alguna fiel hermana las atontara (era una iglesia pequeña), no creo que hubiese existido ninguna clase de substancia externa que las hubiese inducido a nada.

     El caso es que después de pasar por el Agnosticismo, los Aarón y Mita, el Budismo y hasta el Hinduísmo, llegué a lo más parecido a “La Verdad” que había encontrado jamás: La Iglesia Cristiana. Cabe destacar que esta iglesia me pareció atractiva por muchas cosas. Entre ellas, el hecho de que era “no denominacional,” es decir, que no tenía una asociació a ninguna otra iglesia, específicamente. Es aquí donde comienza un nuevo capítulo de esta saga, y es este el motivo principal de este post.

INDIANA SARAH Y EL TEMPLO… MMMMM… EL TEMPLO DE LA DESILUSION

     Al principio, cuando comencé a asistir a la Iglesia Cristiana, era lo mejor de todos los mundos: no se celebraban las navidades, Halloween, Día de Muertos, etc, pues son prácticas paganas y anti-bíblicas (si, señores, yo creo en esto fervientemente). Se proponía una forma de vestir respetuosa y no se excluía a nadie por credo, raza o nacionalidad. Se manejaba una organización benéfica honesta, de la cual se podía ver el fruto palpable. Los servicios eran animados por un grupo de voces e instrumentos ordenados y armoniosos, lo que sacaba de la ecuación los shows y los inconvenientes de personas gritándote cosas incomprensibles en el oído. En fin, era todo lo que había deseado. Progresé rápidamente, y pronto era parte del grupo de jóvenes, dirigía un grupo de teatro y pantomima, era maestra de Escuela Dominical, ayudante del Pastor y voz del grupo de Alabanza y Adoración, AKA: cantaba en el coro.

     Todo comenzó a cambiar cuando un amigo “salió del closet,” y como mi entonces mejor amiga y yo éramos “las que lo habían corrompido,” el trato en general comenzó a ser diferente. Cabe destacar que nosotras no tuvimos nada que ver con eso, obviamente. Nadie decide sobre la preferencia sexual del otro, pero es más fácil tener a quien apuntar con el dedo que tener que asumir la realidad. Luego, durante una jornada de predicación, me sucedió algo que me reservaré por el alto carácter personal, pero que puedo dejar dicho que me ha marcado de un modo muy único. Cuando fui donde mi Pastor a contarle, a buscar consuelo y apoyo moral, simplemente me dijo que eso me había pasado “porque mi fe era débil y que debía de pedirle perdón a Dios, porque en realidad todo había sido culpa mía“. Procedió a sacarme de todas las actividades que realizaba, dejándome prácticamente desnuda en cuanto a responsabilidades se refiere. Me sentí fatal. De ahí en adelante, todo fue cuesta abajo. Empecé a cuestionarme como persona, y a cuestionar el evento y si realmente había sido mi culpa (después de un tiempo de terapia, me di cuenta de que no lo era). Un año o dos después, el Pastor me pidió perdón pero ya era muy tarde, pues mi fe había sido grandemente herida.

     Después de casi 10 años, me fui para no volver, totalmente convencida de que La Verdad que yo buscaba no estaba allí, y no precisamente por lo que me había sucedido. Fueron los cambios que noté en ese tiempo, los que me orillaron a pensar que lo único que faltaba en aquel lugar eran las estatuas de Santa Lucía y San Antonio, y un póster con fantasmas y brujitas de Halloween.

MUCHAS PREGUNTAS SIN RESPUESTA

     Esta semana, me ha dado por observas la actividad en las redes sociales de esta iglesia en particular, puesto que tengo muchos amigos que pertenecen a ella. Esas observaciones, son las que me han conducido a este escrito. Me pregunto si los cristianos que asisten a esta iglesia no se dan cuenta de nada. No ven como los valores han cambiado? No ven que antes, las navidades se pasaban en vigilia, y se cenaba modestamente en la iglesia? No ven cómo antes se trataban, por ejemplo, a los árboles de navidad y a las cruces como símbolos paganos y de muerte? Ahora, hasta el Obispo de la iglesia (si, aparentemente las Iglesias Cristianas tienen “Obispo”) tiene un árbol de navidad inmenso en su sala todos diciembres, y en la iglesia, justo detrás del pastor y su discurso, una cruz inmensa se alza altiva, echando sombra a lo que era y ya nunca será. Los pastores se han convertido en “Pastores Superstar” que saltan, gritan y patalean desde el escenario, tratando de arrancarle a sus fieles un “Aleluya!” a cualquier costo. Instan a las personas a “salir a buscar los huevitos del Conejito de Pascua”  lo cual era mal visto años atrás. La mayoría de los miembros son “asistentes” o “cristianos de domingo” ya que todos los roles de interés y responsabilidad se las ha repartido la familia del Pastor. Es que la gente no está viendo? Y me refiero a las personas que han estado en esta iglesia por años, porque quienes llegan nuevos no van a saber distinguir una cosa de la otra.

     Quién sabe? Quizás puedan llamarme purista, tradicionalista o anticuada. El caso es que lo que me atrajo de esta iglesia en particular ya no existe. Me imagino que muchas cosas han cambiado para poder atraer nuevos miembros y para “mantenerse al día con los tiempos,” pero vale la pena preguntarse: cuánto se pueden cambiar los valores de algo antes de que los pierda?

     Por mi parte, yo ya he encontrado lo que considero La Verdad. Claro, este asunto es algo muy personal, y todo el mundo tiene derecho a creer y sentir como desee. Sin embargo, por lo menos mi verdad se ha mantenido relativamente estable y fiel a sí misma por los pasados 100 años, lo que me dice que ando más o menos en la senda correcta.

Este post no se ha escrito con el objetivo de apuntar dedos, de criticar, herir o hacer sentir mal a nadie. Es, simplemente, el escape a las ideas e inquietudes que me vienen quemando por dentro desde hace más de una semana. Así que pido disculpas de antemano por cualquier escozor que pueda esto provocar. 

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©SarahValerio2014

©SarahValerio2014

 

Corrí tras el lacio

del marrón de su pelo

La mochila al hombro,

paracaídas nocturno,

no disminuyó la velocidad

del rayo que escapaba

calle abajo, acera izquierda

Un Segundo

Le descuidé un segundo

Un segundo de perstidigitador

un segundo de niebla

de autos en vuelo

de choques de trenes

de aire, de humo, de guerrilla

Corrí tras el,

lanzándome en los brazos

vacíos de la nada

 

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